“Ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego”. Mahatma Gandhi
“Mamerto” en Colombia es una persona de izquierda o ideología comunista. Este término se asocia a un estereotipo de gente que lleva mochila y poco esmero en el arreglo personal (aunque conozco muchos mamertos que usan zapatos Salvatore Ferragamo y sus hijos estudian en París), además de una tendencia discursiva a emplear frases y palabras cliché como “el pueblo” “neoliberalismo”, “lucha de clases”, entre otros y una fuerte tendencia a expandir la brecha, sembrando odio entre ricos y pobres. De manera coloquial en Colombia, se le dice así, a quienes pertenecen o simpatizan con el partido comunista o la izquierda colombiana. Personalmente, no los llamo así, no acepto las estigmatizaciones de ningún ser humano en razón a su ideología o forma de pensar, pero utilizaré este término en este artículo, solo para diferenciar entre un estereotipo y otro y el daño que ellos mismos se hacen permitiendo y posibilitando que se les estigmatice.
No creo, que todos los mamertos, sean violentos, pero es
obvio, que hay una fracción importante y mayoritaria de este grupo de personas
que tienen un alto grado de agresividad y violencia y que se escudan en
cualquier motivación para salir a desfogar su ira contenida, en las calles, en
la propiedad pública y privada y en la integridad de las personas que para
ellos representan la institucionalidad, llámese gobierno, policía o fuerzas
militares.
En
España, se acuñó el término “Gamberro” para referirse a aquella persona,
generalmente jóvenes, que se comportan de una manera incívica, con grosería y
que llevan a cabo actos violentos con mala fe. Al parecer, viene de la expresión catalana “gran verro”, para hacer alusión a un cerdo
castrado, aunque también para alguien sucio, teniendo en cuenta que por sucio
no sólo se entiende por la mugre que pueda llevar encima, sino por su
comportamiento poco civilizado y tosco.
En
la historia reciente fueron “gamberros”, los protestantes en Minneapolis, que
con desmanes, enfrentamientos, saqueos e incendios protestaron por la muerte de
Floyd, un afroamericano detenido y brutalmente reducido por dos policías
americanos, causándole la muerte.
Definitivamente,
los insurrectos que hemos visto durante el desmadre y brutal protesta en días
pasados de la ciudad de Bogotá, quienes usando por excusa la muerte de Javier
Ordoñez, por un claro exceso o abuso de autoridad, salieron a las calles de
manera grosera, violenta e incívica, son, literalmente, unos GAMBERROS.
Los
gamberros colombianos, usan una supuesta indignación, creando el caos, escoltados
virtualmente por un grupo de líderes comunistas, que ahora se hacen llamar
dulcemente “progresistas” y que desde sus casas y redes sociales, arengan a los
muchachos ansiosos por expresar su maligno deseo de violencia y criminalidad. Los
jóvenes con cerebros adolescentes son impulsivos y vulnerables, son muy
sensibles y por tanto, maleables, mientras que los circuitos cerebrales implicados
en el autocontrol, aún no están completamente desarrollados, los lideres que
los incitan, abusan de su debilidad, los ponen en la vanguardia de la guerra y
no les importa, con tal de lograr sus innobles propósitos a través de sus
formas de lucha.
Tan
diferentes a estos gamberros colombianos, fueron los revolucionarios del suceso
histórico que se conoce como “Mayo francés o Mayo de 1968”, que
corresponde a una cadena de protestas que se llevaron a cabo en Francia y, especialmente, en París durante los meses de mayo y junio de 1968.
Esta serie de protestas espontáneas fue iniciada por grupos estudiantiles
contrarios a la sociedad de consumo, el capitalismo, el imperialismo, el autoritarismo. Fue un movimiento
estudiantil inicialmente y pronto se unieron a ellos, grupos de obreros
industriales, los sindicatos y el Partido Comunista Francés. Ambos
movimientos, dieron como resultado la mayor revuelta estudiantil y la
mayor huelga general de la historia de Francia, y
posiblemente de Europa
occidental, secundada por más de nueve millones de
trabajadores.
La
magnitud de las protestas no había sido prevista por el gobierno francés, y
puso contra las cuerdas al gobierno de Charles de
Gaulle. Sin embargo, la mayor parte de los sectores
participantes en la protesta no llegaron a plantearse la toma del poder, ni la
insurrección abierta contra el Estado, y ni tan siquiera el Partido Comunista
Francés llegó a considerar seriamente esa salida. Estos, no fueron gamberros,
fueron verdaderos protestantes sociales, con una convicción clara de sus
derechos y del nivel de exigencia que podían impartir desde sus expresiones
respetuosas y delimitadas por el derecho de los demás.
No fueron gamberros, los que participaron de la MARCHA DE LA SAL (India, 1930) que Mahatma Ghandi protagonizó y fue una de las protestas pacíficas más decisivas para la independencia de India del Imperio Británico. Ghandi vio en una marcha pacífica, la razón para que la sociedad india le respaldase en su protesta, emprendiendo una marcha de 300 kilómetros a pie hasta llegar a la ciudad costera de Dandi. Una vez allí y en un acto simbólico, cogió con sus manos un poco de agua de mar. Gamberros colombianos: Un grande de la historia y de la Paz, en un gran acto pacificador, tomó simbólicamente agua de mar en vez de palabras soeces, armas, fusiles, piedras o papas bombas, que han dejado muertos, heridos y más dolor. Les recuerdo, si es que alguno de los gamberros colombianos llega a leer este humilde escrito: “Ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego” (Mahatma Gandhi).
La historia de la juventud podría escribirse analizando la evolución del gamberro. El papel del gamberro, tradicionalmente, ha consistido en señalar las miserias de la sociedad en que vive, en desempeñar un papel aguerrido y respondón. Pero la violencia juvenil contemporánea que vemos en los jóvenes colombianos insurrectos no tiene contenido racional, no es de origen ideológico, sino instintivo, atávico, primitivo; es la violencia del animal humano incivilizado, que se vierte contra un mundo que no comprende, pero que odia. La protesta social que vemos hoy en día, cargada de violencia, de odios, de agresiones que rayan en la barbarie, ya no sirve como referencia crítica. Se ha quedado en mera manifestación de furor adolescente sin objeto ni fundamento, pero sí, con muertos, heridos y mucho dolor de parte de quienes asistimos a las imágenes desgarradoras de atentados violentos y desquiciados.
Para
la gente que queremos el bien de nuestro país, a partir de actos pacíficos que
a través de la historia han sido exitosos, hoy queremos recordar ese mágico día
que se denominó “Un
millón de voces contra las FARC”, que en
realidad fueron varias movilizaciones cívicas en distintos lugares del mundo,
que se congregaron bajo el eslogan “Colombia soy yo” y que
sucedieron el 4 de febrero del 2008,
en las que se protestó contra las acciones de las FARC. Un grupo de Facebook creado para rechazar el
maltrato a que estaban siendo sometidos los secuestrados y mostrar indignación
por la fallida Operación Emmanuel, lograron convocar a más de 6 millones de
personas alrededor del mundo, en una expresión de protesta social, pacífica,
ordenada y exitosa, que hoy se constituye en un ejemplo para las nuevas
generaciones que encuentran la solución a sus inconformidades en la violencia,
la criminalidad y la transgresión de los derechos de los demás.
La protesta social, ese medio legítimo para la
reivindicación de derechos de cualquier índole, que se encuentra constitucional
y legalmente protegido, ese instrumento de empoderamiento de la sociedad, está
desdibujada e instrumentalizada por una variedad de agendas e intereses políticos
que atentan contra la seguridad ciudadana.
A los gamberros colombianos: No se dejen usar, busquen una
forma de protesta social pacífica, inteligente, racional. Expresen sus ideas,
en orden, con la fuerza del dolor que los mueve a salir a las calles, sin
causar más dolor, sin pagar ojo, por ojo. Ojo: que todos quedaremos ciegos.
Por: Iliana Garzón
Twitter: @ilianagarzon
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