La tristeza que nos embarga como nación a partir de los fallecimientos por COVID – 19 se vio ahondada por las noticias de la semana inmediatamente anterior, cuyos protagonistas fueron 15 jóvenes que perdieron la vida como consecuencia de la Violencia tan constante en nuestro país desde que era una joven república.
Las muertes de Cristian, Maicol, Juan Manuel, Leyder,
Álvaro José, Jair Andrés, Jean Paul, Óscar Andrés, Laura Michel, Jhon Sebastián,
Daniel Steven, Byron Danilo, Rubén Darío, Elián y Brayan Alexis, en medio de
esta lucha contra la pandemia, se encargaron de recordarnos que los problemas
sociales contra los que luchan millones de colombianos no se acabarán por el
hecho de desviar nuestra atención hacia la emergencia sanitaria; por el
contrario, se han profundizado y empeorarán si no se toman las medidas
adecuadas.
A pesar del acontecimiento que nos lleva a aquellos
momentos de guerra constante con los grupos armados insurgentes, algunos
líderes políticos utilizan esto como herramienta electoral y popular; proclaman
discursos mesiánicos, apoyados por sus militantes, en el que aseguran que no
habría masacre alguna si hubieran llegado a la presidencia de la República. La
famosa red Twitter se llenó de mensajes plagados de furia y reproches; lo más preocupante
es que esa rabia era expulsada con el fin de señalar a aquellos que votaron en
blanco durante la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del 2018.
En ese sentido, surgen dos dudas: ¿Si aquellos
ciudadanos que votaron en blanco hubieran apoyado a Gustavo Petro como
candidato a la presidencia, sería éste el actual mandatario? Y ¿Si Gustavo
Petro hubiera llegado a la presidencia no estaríamos viviendo episodios tan
tristes y desoladores como éstos?
Para resolver la primera duda accedí a los datos del
Consejo Nacional Electoral y encontré lo siguiente:
En primera vuelta, el 40% de los votos fueron para Duque,
el 24% para Sergio Fajardo y el 26% para Gustavo Petro. Así mismo, los
promotores del voto en blanco representaron tan solo el 0,16% del escrutinio
total.
En segunda vuelta, Iván Duque es elegido con el 54%
del escrutinio (10’398.689 votos) y Gustavo Petro llegó a los 8’040.449 votos
con una participación del 42% del total de votos válidos. Por otro lado, la
cantidad de votos en blanco llegó a 807.924 y representaban el 4% del total. Si
mantenemos constantes los votos de Iván Duque y sumamos los votos en blanco a
los datos de Gustavo Petro podemos identificar que éste último llegaría a los
8’848.373 con una participación del 46% del total. Lo anterior, solo nos
demuestra que el señalamiento expuesto es injustificado y que el candidato
presidencial por la Colombia Humana no pudo construir una coalición lo
suficientemente fuerte como para superar el electorado del Centro Democrático.
Para resolver la segunda duda es necesario hacer
retrospección histórica de lo que ha significado la Violencia y el conflicto en
nuestro país:
En el Tomo I de ‘La Violencia en Colombia’ escrito por
Eduardo Umaña, Orlando Fals y Germán Guzmán se detalla que las facetas del
conflicto son múltiples, no es unicausal y que aún después de tantas
investigaciones dedicadas a esta problemática en el país, es más que difícil
identificar los ingredientes que intervienen.
Los antecedentes nos llevan a los años 30 del siglo
XX, un periodo en el que los Santanderes, Boyacá, Cundinamarca y Antioquia se
presentaron abaleos y actos cruentos por parte de la fuerza pública, al parecer
por el cambio de gobierno. En 1946 se modifica el status quo y Mariano Ospina
Pérez llega a la presidencia en representación del partido conservador; la
prensa habla de una Colombia en medio de catástrofes o que se encuentra al filo
de una revolución, los disturbios se vuelven más constantes e incluso, el paro
de choferes en Cali deja víctimas mortales.
Es así como llega el Frente Nacional como una opción
para acabar con los conflictos partidistas entre liberales y conservadores pero
esa tregua no duró mucho. En 1961 se aprueba la ley 135 en la que se intenta
aplicar la Reforma Agraria ideada por Carlos Lleras Restrepo y que busca
corregir los problemas de distribución de tierras, tecnificación agraria,
administración de terrenos baldíos y otros asuntos que repercutían directamente
en el favorecimiento de los campesinos colombianos. Evidentemente, esta reforma
claudicó y Misael Pastrana se encargó de acabar con ella.
Las guerrillas, como las FARC, tomaron la batuta de la
Reforma Agraria e intentaron ejecutarla – de forma violenta – en representación
del campesinado en aquellas regiones donde no llegaba el Estado. Estos
episodios fueron llevando a Colombia a la violencia del narcotráfico y sin
contar más detalles llegamos al Siglo XXI en medio de un proceso de paz fallido
y constantes actos conflictivos por diferentes grupos al margen de la Ley en
los que identificamos a los paramilitares y sus estrategias de guerra para
acabar con las guerrillas.
De acuerdo con lo expuesto, es claro recalcar que las
masacres en Nariño, Cali y Samaniego son vestigios de ese pasado que aún no
hemos podido superar. Son tantas variables por analizar y corregir que nos
llevará décadas darnos cuenta que el camino del conflicto no es el mejor y que
debemos fortalecer el proceso de paz con las FARC y el ELN para despojarnos de
odios, líderes políticos heroicos y populismos atractivos pero poco eficientes
a la hora de gobernar.
Es responsabilidad de Iván Duque, como presidente de
los colombianos, esclarecer los hechos y llevar la justicia a esos lugares
donde tanto se anhela. También lo es apoyar la JEP y a la comisión de la verdad
para que podamos contarnos con sinceridad esos episodios del pasado violento
que nos acecha. Así mismo, seguirá siendo su responsabilidad la falta de
seguridad a lo largo y ancho del país, el golpe de la pandemia en términos
sanitarios y económicos además del progreso que pueda representar un proceso de
paz con el ELN. Aun así, es nuestra responsabilidad obligación, como colombianos,
darnos cuenta que 800 mil votos en blanco no van a solucionar nuestros
problemas sociales, económicos y políticos. Necesitamos instituciones fuertes,
periodismo independiente y ciudadanos críticos que no acudan al señalamiento
inconstitucional que reprocha el voto de sus compatriotas.
Por: Juan Camilo Quiroga Ortiz.
twitter: @JQuirogaOr
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